Cuando uno observa a funcionarios policiales, o de comando especiales militares cubriéndose el rostro, muchos convienen en que es una forma de proteger su identidad. Dicho de otra forma, el taparse la cara es una forma de evitar que sus oponentes, normalmente criminales, los ubiquen dentro de su vida regular y sean víctimas de venganza.
Por otro lado hay jueces sin rostros, casos judiciales en los cuales los acusados son organizaciones dedicadas a delitos violentos como narcotráfico, mafia o grupos guerrilleros. Los jueces sin rostro son parte de un sistema de justicia especializada para el juzgamiento de determinados delitos y surge como inminente respuesta, ante la imposibilidad del Estado de garantizar la seguridad y vida de los funcionarios del aparato judicial.
Pero como en toda moneda hay otro lado. Las máscaras no solo protegen la identidad de quienes las usan, también le restan identidad a quienes las llevan. Experimentos en psicología social hablan de un efecto denominado “desindividualización” vinculado con el efecto de anonimato al cubrirse los rostros.
El experimento Halloween
Scott Fraser (1974) organizó que unos niños de la escuela primaria fuesen a una fiesta especial, experimental de Halloween, dada por su maestra. Había muchos juegos para jugar, y por cada juego ganado, se ganaban fichas que podían ser cambiadas por regalos al final de la fiesta. La mitad de los juegos eran de naturaleza no agresiva, y la mitad eran confrontaciones entre dos niños a fin de alcanzar la meta. (Fuente PSICOLOGIA POLTICA – CATEDRA II – TITULAR: LIC. JORGE A. BIGLIERI )
Inicialmente, mientras los juegos se jugaran, la maestra dijo que los disfraces venían en camino, así que podían comenzar la diversión mientras esperaban. Luego llegaron los disfraces, y fueron usados mientras continuaban los juegos, y, finalmente, los disfraces fueron removidos para darlos a otros niños en otras fiestas, y los juegos pasaron a una tercera fase; cada fase por aproximadamente una hora. Los datos son un impactante testimonio de poder del anonimato. La agresividad se incrementó significativamente tan pronto como los disfraces se usaron, más que duplicando el nivel promedio de la base inicial. El cambio de comportamiento debido al anonimato no creó un cambio en la disposición interna, sólo un cambio en la respuesta externa. “Cambie la situación, voila, la conducta cambia de forma predecible”.
En el experimento de la cárcel de la universidad de Stanford a los carceleros les entregaron unos lentes de sol que le tapaban el rostro, con la idea de repetir el proceso de “desindividualización”, para Phillip Zimbardo el responsable del ensayo carcelario con relación al tema ha dicho: “La idea de mi investigación en la que utilicé el anonimato como una variable independiente en el estudio del comportamiento agresivo proviene no de una teoría psicológica, sino más bien de una novela. La novela ganadora del Premio Nobel de William Golding (1962) sobre la transformación de buenos niños cristianos británicos de un coro en pequeñas bestias asesinas se centra en cómo el cambio en la apariencia externa de uno lleva a un cambio en el estado mental y en el comportamiento. El sicólogo afirma : “Pintarse, cambiar la apariencia exterior, hace posible que en algunos niños se desinhiban impulsos antes restringidos, para matar un cerdo a fin de obtener comida. Una vez que la acción extraña de matar una criatura fue realizada, pueden continuar matando con placer, tanto animales como personas. ¿Es psicológicamente válido que la apariencia externa puede impactar en los procesos internos y del comportamiento? Esa es la pregunta que respondí con un conjunto de experimentos y estudios de campo sobre la psicología de la desindividualización (Zimbardo, 1970)
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