Cuando asistimos a un nutricionista lo hacemos porque tenemos un problema con nuestra alimentación y regularmente con nuestro peso. Puede ser que estemos por encima o por debajo del promedio que nos corresponde conforme a la escala de sexo, tamaño, edad y contextura.
Según Stéphane Clerget, autor de «Sobrepeso emocional: como librarse de él sin dieta ni medicamentos» las emociones pueden modificar nuestro comportamiento alimentario: bien sea en cantidad (vamos a comer más o menos) o bien en calidad (la elección de los alimentos puede variar con arreglo a los sentimientos emocionales). Nuestras emociones también intervienen en nuestra actividad motora y por lo tanto, en el gasto energético que emana de ésta.
Por su parte, Isabel Menéndez, autora del libro «Alimentación emocional», nos dice que todos llevamos dentro un extraño que nos acompaña. Vivimos como si nos conociéramos, como si supiéramos bien cómo somos, pero no es así. Muchas veces nos comportamos de forma que hasta para nosotros resulta misteriosa. Estamos habitados por un extraño que se ocupa de que se nos olviden cosas, que nos hace soñar, que nos hace comer más de la cuenta o nos deja sin hambre porque nos invade con otras preocupaciones.
Menéndez nos habla de la estantería imaginaria con sus deseos, fantasías, carencias, sueños, ilusiones, afectos, ideales, de todos estos materiales se alimenta nuestra mente. Nos dice Isabel Menéndez que nuestro psiquismo está formado por un mundo en el que se interrelacionan permanentemente las emociones y los pensamientos. Cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, aceptamos también nuestros cambios vitales y, sobre todo, nuestras carencias y dificultades. Ello es posible porque estamos bien alimentados psicológicamente hablando.
Nuestra dieta emocional a diferencia de las señaladas, nada tiene que ver con comidas, sino principalmente con el uso del vocabulario adecuado para alimentarnos de emociones nobles, excelsas, edificantes, gratificantes y virtuosas.
En experimento repetido en el aula de clases, pedimos a los alumnos escribir en un papel las palabras que más usa para comunicarse con sus compañeros. Esas frases las consideraremos comida y, dependiendo su nivel positivo o negativo, les asignamos calorías emocionales negativas o positivas.
No nos damos cuenta pero las palabras tienen un contenido calórico que al igual que cualquier dieta debe ser balanceado, haciendo énfasis en aquellas expresiones que nos conceden mayor cantidad de energía positiva, y administrar adecuadamente las que nos aportan alta dosis de calorías negativas.
Una vez concluido el test, leemos las palabras que más se usan como muletillas -se repiten más veces- y les asignamos su respectiva valoración calórica. El primer hallazgo nos lleva a que pocas veces se usan expresiones como «te quiero», «te admiro», «me gustas», «estas linda o lindo», «te ves bien»,»te queda bien», «luces bien», y otros del mismo género.
Por el contrario, «estás loca», «qué cojones tienes tú», «no sirves para nada», «eres una mierda», «malcriada», «qué iluso», «flojera», «fastidio», «no seas envidiosa», «no seas mierda», «gordo», «gorda», «marico» o «marica», y otras del mismo contenido –o peores- se repiten regularmente durante conversaciones.
Cuando revisamos el contenido calórico del intercambio de palabras, se hace evidente que hay un exceso de calorías negativas que producen un sobrepeso en las relaciones entre los que participan en ellas, aun sin asimilarlo conscientemente.
Las palabras tal y como acontece con la comida, deben ser usadas e ingeridas balanceadamente, dándole mayor énfasis a las que producen efectos positivos en nosotros y en los terceros. Le pedimos a nuestros estudiantes, como lo haría cualquier dietista, anotar en una libreta cuantas veces usan palabras de amor y cariño en contraposición con las de odio e insultos. Como decirle a una amiga cuatro ojos porque use lentes, o bolita de carne porque está pasada de peso, o cara de luna porque tenga un acné crónico deja una huella imborrable en la persona, y en la relación de quienes le lanzan una especie de comida chatarra emocional sobre su sistema límbico.
Anote usted qué tipo de palabras usa para calificarse y describir a los demás. Escriba en un papel qué tipo de lenguaje utiliza con sus seres queridos como esposa, novia, esposo, novio, amigos, amigas, familiares y extraños.
Son muchos los casos que hemos registrado donde el abandono emocional sobrepasa la ya alarmante cifra de abandono físico. Todos los seres humanos necesitan dar y recibir emociones gratificantes, no importa su edad, sexo o raza, tal y como todos necesitamos del alimento para vivir
Cuando se rompe la relación con los seres más cercanos, se hace indispensable reparar el puente comunicacional. Hemos evidenciado, que los padres se empeñan en colocarse a nivel de los hijos, en la espera de la disculpa o el perdón, no entendiendo que su papel es fundamentalmente ser ejemplo en aceptar el error y buscar el perdón.
En junio de 2017, Robert Lee, de 39 años, asesinó de una puñalada a su vecino Jamal Britton, de 42 años, después de que lo comparara con el personaje animado «Bob Esponja» en Pensilvania, EEUU. De acuerdo a lo reseñado en los medios, al parecer no era la primera vez que Britton lo llamaba Bob, por lo que cuando Lee escuchó el apodo enfureció y apuñaló al hombre.
Perdona a quienes nos ofenden como nosotros perdonamos a los que nos agravian es parte de un rezo católico, que nunca ha sido estrictamente interpretado en toda su extensión. Cuide, como en cualquier dieta, las calorías chatarras, malsanas, conformadas por un grasiento componente negativo, y en su lugar implante un lenguaje nutritivo lleno de proteínas emocionales que forman vínculos satisfactorios y verá como su salud emocional mejora y su entorno se ilumina. Construya su Universo. ¡Encienda su estrella!
Fuente Inteligencia emocional en situaciones extremas, en situaciones extremas Por: Braulio Jatar Alonso
Editor Reporte Confidencial / Abogado 18342 / Comunicador SNTP 8248 / Locutor 17210 / Profesor Inteligencias / Escritor / 7 libros amzn.to/2G3W6ja
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