
La paradoja del silencio y la urgencia de hablar
Por Braulio Jatar Alonso
En tiempos convulsos, el silencio suele disfrazarse de prudencia. Quienes callan se excusan diciendo que “no es el momento” o que “ya otros se pronunciarán”. Sin embargo, la historia enseña que los grandes retrocesos sociales no ocurren por el grito de los tiranos, sino por la pasividad de los que pudieron alzar la voz y no lo hicieron.
Chile y América Latina viven un punto de inflexión. La migración, el deterioro institucional, la desigualdad, la violencia y la precariedad laboral nos atraviesan como una herida abierta. En este escenario, guardar silencio equivale a ser cómplice. No es neutralidad: es permitir que otros decidan por nosotros. La política, muchas veces, se ha convertido en un espectáculo de cálculo pequeño y mezquino, donde las promesas duran lo que un titular en redes sociales. Pero la sociedad exige algo más profundo: exige liderazgo.
Migración: entre el rechazo y la oportunidad
El tema migratorio es uno de los grandes espejos de nuestra época. Hay quienes ven en el migrante una amenaza, un invasor que quita empleos y servicios. Otros —entre quienes me incluyo— vemos en él una oportunidad para renovar fuerzas, talentos y sueños. No es casual que las sociedades más dinámicas y creativas del planeta estén fundadas en la integración de quienes llegaron desde afuera. Chile, con su historia de acogida, no debería olvidar que el extranjero no es el problema: la falta de políticas públicas eficaces sí lo es.
La responsabilidad empresarial y social
Los empresarios también enfrentan una disyuntiva moral: ver en la mano de obra migrante una ocasión para la explotación o entender que en esa fuerza laboral descansa parte de la prosperidad futura. No se trata de filantropía, se trata de visión estratégica. Empresas que respetan derechos, que apuestan por la inclusión, que reconocen la diversidad, estarán mejor preparadas para competir en un mundo globalizado.
El deber de hablar
Hoy más que nunca se necesita opinión pública, ciudadanía activa, medios que no teman incomodar, dirigentes sociales que no se rindan, educadores que no bajen la mirada, abogados que no se refugien en tecnicismos, y políticos que dejen de medir cada palabra según las encuestas.
El silencio de los buenos ha sido siempre el aliado más fiel de los malos. Por eso escribo estas líneas con la convicción de que callar es un lujo que no podemos permitirnos. El país, la región, y el continente enfrentan desafíos que no se resuelven con retórica. Se resuelven con valentía.
Y la valentía empieza por decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a declarar: la indiferencia es la más peligrosa de las dictaduras, porque se impone sin tanques, sin cañones, pero con la parálisis de los pueblos.
Hoy, mi invitación es clara: hablemos.
Editor Reporte Confidencial / Abogado 18342 / Comunicador SNTP 8248 / Locutor 17210 / Profesor Inteligencias / Escritor / 7 libros amzn.to/2G3W6ja
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