Entro a un supermercado en Nueva York buscando una presentación pequeña de leche para mi desayuno del día siguiente. Estando concentrado en la revisión visual de la nevera con los distintos tamaños y marcas, me encuentro acompañado por un trabajador con fenotipo del hombre latino. Le hablo en español, resulta que ambos somos venezolanos. Él es nacido en Maracay, estado Aragua, yo por mi parte, en Santiago de Chile. El muchacho había sobrevivido junto con su esposa y 2 menores hijos, el infierno de la selva panameña en su cruce hacia Estados Unidos
A José Ángel le han bastado tan solo 3 meses, para tener trabajo en el supermercado Key Food, un negocio propiedad de ecuatorianos, cerca de la calle 95 del lado oeste, y su esposa labora en un McDonald’s cercano. Sus menores hijos irán a un colegio público en Nueva York, crecerán siendo ciudadanos del mundo, mientras sus padres contribuyen con su esfuerzo y trabajo al crecimiento de la ciudad que nunca duerme, pagando impuestos, aumentando la demanda de bienes y servicios, y llenando los puestos vacantes de los trabajos que los locales no encuentran gratificante realizar.
La xenofobia en contra de los venezolanos – desplazados por un régimen con investigaciones en la Corte Penal Internacional, tribunales penales en Estados Unidos y señalado de desmontar el sistema democrático – es contraria al deber de solidaridad que impone el estatuto de lo humano, pero también una ceguera que no permite ver lo que la historia y los organismos multilaterales repetidamente señalan en el sentido de que la inmigración, lejos de empobrecer a los países receptores, los hacen más ricos.
Basta caminar por las abarrotadas calles de Nueva York, o montarse en su subway para entender que la diversidad de nacionalidades y razas son su principal activo.
En reciente informe del Fondo Monetario Internacional se establece que la rápida integración de los migrantes venezolanos permitirá aumentar hasta en un 4% el PIB de los países de acogida para el año 2030. Por el contrario, se estima que, entre 2013 y 2021, el producto interno bruto de Venezuela ha disminuido más del 75%, el porcentaje más elevado de los últimos 50 años para un país que no está en guerra.
Mientras Venezuela se desploma junto con el éxodo de sus nacionales, los países receptores de nuestros venezolanos verán crecer sus economías, luego del impacto inicial de absorción de la masa migrante.
Dice el FMI que Colombia, el país que ha recibido el mayor número de migrantes venezolanos, calcula que gastó unos USD 600 por migrante en 2019. Con más de dos millones de recién llegados, esto significa USD 1.300 millones en asistencia. En 2019, el costo alcanzó el nivel máximo: el 0,5% del PIB de Colombia.
Pero en el mediano plazo, según se desprende del estudio más reciente del FMI en el que se analizan las repercusiones de la migración venezolana, esta inversión podría reportar un incremento del PIB de hasta 4,5 puntos porcentuales para 2030 en los países de acogida.
A continuación, algunas gráficas que se insertan en el trabajo del organismo multilateral:
Las estimaciones indican que, con las ayudas y las políticas de integración adecuadas, la migración venezolana puede incrementar el PIB real de Perú, Colombia, Ecuador y Chile entre 2,5 y 4,5 puntos porcentuales para 2030 con respecto al escenario de referencia sin migración.
Asimismo, las proyecciones señalan que el costo de integrar a los migrantes se iría reduciendo con el tiempo, a medida que estos se incorporasen a la fuerza laboral, al aumentar la actividad económica y ampliar la base tributaria.
El profesor Ricardo Hausmann, venezolano, profesor de la universidad de Harvard y un defensor del aporte de los inmigrantes a los países receptores, señala en un artículo publicado en el portal Project Syndicate, una organización internacional de medios, “que la economía de Estados Unidos está exigiendo gran cantidad de trabajadores”
Hausmann en su opinión advierte que existe una relación entre tasas bancarias y niveles de absorción de inmigrantes en EEUU, país donde existe el doble de vacantes laborales que de gente que busca un empleo. “La tasa de desempleo se mantiene en un mínimo histórico y la tasa de participación de la fuerza laboral está en aumento” señala el autor.
El también ex director del Centro para el Desarrollo Internacional en Harvard, advierte que “la política inmigratoria de la administración Biden ha exacerbado esta escasez de trabajadores, lo que obligó a la Fed a aumentar las tasas de interés de manera más agresiva”.
Sobre los dos países con mayores emigraciones escribe que más de 7,8 millones de ucranianos han huido de su nación luego de la invasión rusa, pero la administración Biden ha puesto un límite lamentablemente bajo de 100.000 refugiados ucranianos y; con respecto a Venezuela indica que siete millones de personas han huido desde 2015, pero quienes solicitaron refugio en Estados Unidos han enfrentado limitaciones similares y un tope magro de apenas 24.000 personas.
Hausmann, usando el ejemplo de Colombia país que en el trabajo del FMI tiene especial relevancia, afirma que el flujo de dos millones de refugiados venezolanos a Colombia desde 2015 no tuvo, esencialmente, ningún efecto en el desempleo o en los salarios de los colombianos y ayudó al país, en cambio, a tener una de las recuperaciones post-COVID más rápidas de América Latina. “Un estudio reciente ha demostrado que otorgar estatus legal a los venezolanos ha multiplicado por diez el emprendimiento empresarial de estos inmigrantes en Colombia”.
Parafraseando al profesor Hausmann quien dice que “los norteamericanos necesitan saber que la xenofobia es una opción que sale cara”, me permito decir que “a los chilenos la ceguera migratoria le es costosa”
Editor Reporte Confidencial / Abogado 18342 / Comunicador SNTP 8248 / Locutor 17210 / Profesor Inteligencias / Escritor / 7 libros amzn.to/2G3W6ja
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